sábado, 20 de noviembre de 2010

Apreciada Libertad:
He colgado en este blog la carta abierta a Pablo Neruda como me pides en tu comentario, si bien es un trabajo bastante antiguo, no es menos cierto que en la red no ha tenido mucha difusión y es por lo que he decidido publicarla , espero que la releas y la disfrutes.
Un beso.

Homenaje a Neruda

Homenaje a Neruda:
Hace ahora veinticuatro años conocí en Fuengirola a un exiliado chileno, aún recuerdo su nombre, se llamaba Renato, había sido un alto cargo de las líneas aéreas chilenas y, después del golpe de estado de pinochet tubo que huir de su patria, tras innumerables vicisitudes por países americanos y europeos, vino a recalar a España.
Renato dirigía un Púb, al que junto a mí compañera entré para tomar unas cervezas y preguntar si sabia de algún hotel no muy caro para pasar unos días de vacaciones, como era a primera hora de la tarde y no había ningún cliente a excepción de nosotros dos, lo que en principio podía haber sido un rutinario intercambio de palabras, se convirtió en una agradable y enriquecedora conversación que duró varias horas, hablamos de lo humano y lo divino y por supuesto de Pablo Neruda.
Hablamos del Neruda Hombre, de su compromiso con el pueblo, con los desheredados, de su idea sobre la patria; Neruda no concebía su patria como un país encorsetado, su sueño de nación, era el de una patria ancha como la primavera donde pudieran vivir en paz y en armonía, todos los colores, todos los olores y todas las formas del pensamiento humano.
Por supuesto hablamos del Neruda poeta y de su obra, Crepusculario (1923), veinte poemas de amor (1924), tentativa del hombre infinito (1925), Residencia en la tierra (1933), Las furias y las penas (1936), España en el corazón (1937), Canto general (1950), Memoria de Isla Negra (1964), etc. etc.) (en realidad habló Renato, yo escuchaba absorto y de vez en cuando me limitaba a preguntar o hacer algún comentario)
En lo que se refiere a su poesía coincidimos en que gozó de dos periodos diferentes, el inicial, que abarcaba desde sus primeros poemas hasta la publicación de Residencia en la tierra, luego, la guerra civil española le marcaría política y poéticamente. Antes de vivir la experiencia de la guerra civil, Neruda era un poeta muy humano y esencial, no le interesaba el compromiso social. Pero los trágicos sucesos ocurridos en España le hicieron tomar conciencia y como otros muchos escritores, se comprometería para siempre tomando partido a favor de los marginados sociales.
Hablamos también del Neruda coleccionista; coleccionaba: botellas, tenía concretamente 268, de diversos tamaños y colores agrupadas por temas; animales, manos, botas, figuras humanas e instrumentos musicales entre otras. También coleccionaba estribos ecuestres, cuchillos orientales, mascaras, libros de flora y fauna y poesía, mascarones proa, caballitos de madera y de cerámica, veleros dentro de botellas, insectos coleópteros, caracolas marinas que eran su debilidad, solía decir que era su mejor colección, pero su colección más postrera, fue la de los nombres de sus amigos escritores que iban feneciendo, el los escribía con tizas sobre las vigas de madera de su casa de isla negra y su amigo Rafael Plaza (Rafita) los marcaba con un formón y digo lo postrero porqué el último nombre lo escribió poco antes de su propia muerte y pertenecía al escritor Ascario Cotapos (1899-1969)
Eladio Méndez. G.Q.A. 16/10/04. Carta abierta a Pablo Neruda
Sr. D. Ricardo Eliécer Neftalí. Donde quiera que se encuentre.
Admirado Poeta. :
En primer lugar pedirte disculpas por dirigirme a ti por tu nombre de pila, pero es que yo también soy coleccionista y, aunque colecciono seudónimos (además de otras cosas), también recopilo nombres propios de poetas y me gusta mostrarlos.
Una vez aclarado por mi parte el motivo por el cual me he dirigido a ti por tu nombre de pila, paso a exponerte la razón de esta carta.
Hace algunos años conocí a un compatriota tuyo y me habló de ti, de tu poesía, de tu humanidad y de tus colecciones. Por aquel entonces yo coleccionaba ilusiones etéreas que a nadie mostraba por temor a que no me comprendieran, de hecho hoy es la primera vez que voy a sacar a la luz algunas piezas de mi colección y lo hago para enviártelas, pues sé que no tendrás ningún problema para recibirlas.
Aparte de las colecciones arriba citadas también recolecto llantos, miradas, suspiros y besos y es de estas últimas colecciones de la que quiero enviarte algunas esencias para conmemorar el centenario de tu nacimiento. No quiero parecer grandilocuente pero creo que puedo presumir de una colección bastante completa, ya que comencé a coleccionarlas nada más abrir los ojos a este mundo y como en cualquier colección que se precie, todos sus componentes son únicos, lo que no es óbice para enviarte alguno de los más preciados.
He buscado en el crisol donde guardo los llantos y, aunque no lo creas, me ha costado mucho decidir cuál mandarte. Tras ardua meditación he decidido enviarte el primer llanto de mi hija, ¡ha estado tanto tiempo en mi alma¡ y, como otro jamás ocupará su lugar, cuando mire la oquedad que ha dejado, no tendré dificultad en recordarlo.
Del anaquel de los besos, el primero, ése que nunca se olvida, el que me hace preguntarme dónde estarán aquellos labios que una vez me deleitaron.
Del almacén de los suspiros, te enviaré uno que casi te pertenece, me lo entregó una mujer mientras yo le recitaba versos de una canción desesperada.
Mi colección de miradas no tienen lugar determinado en mi alma y revolotean por doquier, ahora asoma una a mi memoria que quizá sea de tu agrado, es de un octogenario mirando con ternura tu morada de Isla negra.
En la esperanza de que te llegue más pronto que tarde este envío, recibe un abrazo de este coleccionista de utopías.
Eladio Méndez.

martes, 2 de noviembre de 2010

Con tres heridas

Miguel Hernández, llegó a Orihuela con tres heridas, con tres heridas que lastró a través del tiempo y durante toda su intensa y corta existencia física, con tres heridas, que más que impedirle realizarse como persona, le encumbraron al Olimpo de lo inmortal.
Llegó con tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida.
La del amor, eternamente abierta se la ofreció a Josefina, su novia de siempre, su musa, herida abierta a las caricias, a la ventana de los besos, a la candente entrega del deseo, receptiva al amor, oferente al deleite, a la entrega, abierta a los suspiros y al abrazo fecundo.
Herida, que ni el dolor opaco de la separación logró cauterizar.
Llegó con tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida.
La de la muerte, herida que pronto ascendió desde las abarcas del poeta a su frente de luna, herida que arrastró por las tenebrosas cárceles franquistas.
En Moura es vejado y detenido por los guardiñas secuaces de Salazar, quienes cargaron como una inmensa cruz, la herida de la muerte sobre la espalda del poeta del pueblo, de esa herida ya no logrará Miguel deshacerse.
Esa herida fue compañera inseparable del poeta, por las cárceles de: Huelva, Sevilla, Madrid, Orihuela, de nuevo Madrid, Palencia, como martillo sobre yunque otra vez Madrid, Ocaña, Albacete y Alicante. (Algunos llamaron turismo carcelario a esta infamia.) Y fue en Alicante donde la herida de la muerte consiguió anidar por fin en el cuerpo de Miguel.
De su cuerpo yacente germinaron caricias como inmensos poemas, poemas, que crecieron más allá de los libros, más allá de juicios fingidos, de cárceles sombrías, poemas, como ecos infinitos que braman sobre la conciencia de sus asesinos, ecos como viriles toros que envisten contra miedos y olvidos abriendo en la boca del silencio la herida de la muerte.
Llegó con tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida.
La de la vida, esta herida, llega a la grupa de un radiante corcel que galopando a través de la esperanza, abreva en los corazones de la inocencia y se nutre de la semilla temprana de la luz.
La herida de la vida, es fecunda, solidaria, no hay que temerla.
Si te hieres de amor, esperanza o justicia, siempre será venturosa la herida.
Qué herida puede ser más bella que la elegía a Ramón sije: No hay extensión más grande que mi herida, dice Miguel, en esta bella composición. Sabemos del dolor que producen los reveses de la vida, sin que por ello ignoremos que esta llaga dolorosa, nos hace sentir vivos.
Llegó con tres heridas a modo de poemas blandidos en su pecho.
Es un triste poema el tren de los heridos. Como triste es la guerra.

Sus desiertas abarcas colmadas de tristeza en la noche esperada, son un triste poema.
Y una gota de lluvia es un triste poema si corre por el rostro de algún niño yuntero.