domingo, 2 de mayo de 2010

Antinana para no dejar
dormir a los niños de África

Febrilmente asustado
llora el niño en la noche
y su cuerpo menudo
lo acaricia la luna.

En esa pobre tierra
donde las hienas gruñen
las nanas con sus risas
las alas de los buitres
parecen castañuelas.

Febrilmente cansado,
como si fuese un juego,
el niño se adormece
sobre los matorrales.

Febrilmente despierto,
con los ojos cerrados,
el niño se sosiega
cuando despunta el alba.

Las hienas y los buitres,
febrilmente en alerta,
aguardan su alimento
con voraz apetencia.

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